Las ruinas de la modernidad

[su_dropcap size=”5″]S[/su_dropcap]in que pueda afirmarse que se trata de algo común, no son muchas las ciudades del mundo que detenten en el corazón mismo de su geografía los vestigios de épocas arcaicas. Sin embargo, el tiempo y el espacio han permitido, por ejemplo, que símbolos tales como el Forum y el Coliseo, en Roma, las ruinas del Templo Mayor, en la Ciudad de México, o el Muro de las Lamentaciones y el Domo de la Roca, en Jerusalén, permanezcan, con mayor o menor daño, en los sitios donde fueron erigidos varios siglos atrás.
Extraño es, no obstante, encontrar edificaciones recientes que debido a determinadas circunstancias hayan caído en ruinas y pese a su valor histórico y cultural, hayan sido abandonadas a su suerte. Un ejemplo paradigmático se halla a pocos kilómetros del Centro Histórico de la Ciudad de México. Se trata de un cine que abrió sus puertas el año de 1949 y que tras verse afectado por el terremoto de 1985, inició un periodo de decadencia que al día de hoy no ha concluido. Me refiero al Cine Ópera, obra de los arquitectos Manuel Fontanals y Félix Nuncio, una mole imponente que está situada en el número 9 de la calle Serapio Rendón, en la Colonia San Rafael, y cuya historia se ha contado espaciada pero activamente en los medios de comunicación desde hace 20 años, cuando cerró sus puertas en definitiva, tras los daños que sufrió a partir de la celebración de un concierto de la banda británica de rock-gótico Bauhaus.
Detrás de una fachada en estilo art decó, en cuya marquesina aún se yerguen casi impolutas dos esculturas griegas que sostienen las máscaras de la comedia y la tragedia, un espacio que alguna vez pretendió albergar a la crème de la crème de la sociedad mexicana, hoy es tan sólo un rastro de restos de una época que en los hechos no luce tan lejana y que, sin embargo, en la fantasía de la nostalgia parece haber sido concebida hace siglos.

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Un elefante blanco y moribundo al que la noche del 12 de octubre de 1998 impactaron los decibeles de la banda de Peter Murphy, así como las hordas dark-góticas que protagonizaron un zafarrancho que culminó con la destrucción de las butacas, grietas en las paredes y la caída de un gigantesco candil de araña que en la imaginación parece haber sido provocado por un bombardeo de la Luftwaffe sobre Londres.
De lo demás se encargaron el tiempo, el abandono y la futilidad de las instituciones encargadas de resguardar los inmuebles históricos, sin dejar de mencionar la serie de terremotos que tuvieron lugar en la Ciudad de México en septiembre de 2017, y que hicieron saltar las alarmas de los vecinos que, presas de sentimientos encontrados, piden a un mismo tiempo sea conservado o demolido.
La historia del Cine Ópera se cuenta desde su inauguración en 1949 con la exhibición de una película emblemática del cine mexicano, “Una familia de tantas”, sus pretensiones de convertirse en un cine exclusivo de las clases altas de México, su conversión a un espacio dedicado a exhibir el cine infantil de Walt Disney durante la década de 1970, hasta la destrucción de su pantalla en 1985 por causa del terremoto y su consecuente y decadente rehabilitación como una sala de conciertos en los años de 1990, que lo mismo vio pasar a Los Lobos, Love & Rockets, La Castañeda, Santa Sabina y al propio Peter Murphy en solitario.
Durante los últimos años de abandono, el músico y cineasta Michael Nyman, atraído por la historia del cine a partir de la contemplación de unas fotografías, realizó un cortometraje conceptual al que definió como “una manifestación en forma de muerto viviente de las -ruinas de la modernidad-”, y emprendió una cruzada personal para rehabilitar el cine. Sus esfuerzos, si bien valiosos, no llegaron a nada.

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Design Hunter conversó con Michael Nyman.
¿Qué desencadenó tu fascinación por Cine Ópera? ¿Cómo llegaste a saber sobre este teatro?
Allí me llevó, inesperadamente, un amigo mexicano, Ernesto Nieto, quien, por su conocimiento de mis películas y fotografías, estaba convencido de que quedaría fascinado con el cine en ruinas. Hice una toma rápida, con una cámara bastante barata (¡la cámara de alta calidad tenía una batería muerta!) y filmé imágenes fijas y video y simultáneamente fui entrevistado por Ernesto para un documental. Noté, esa mañana, que el sol brillaba a través de los agujeros en el techo y que los rayos del sol se movían a través del techo dañado y, por un segundo más considerado, tomé un equipo de filmación profesional para capturar el movimiento y formar la secuencia de lapso de tiempo al final de la película.

¿Puedes describir el cortometraje que hiciste en el Cine Ópera?
Fue un filme editado por Martha Poly Vil, quien usó la mayor parte del video que rodé en mis dos cortas visitas al Cine Ópera. La banda sonora que elegimos fue mi cuarteto de cuerdas N° 3, que se amplió en tiempo para ajustarse a los 20 minutos de duración de la película. Es un filme que utiliza más efectos visuales de lo que es habitual en mi trabajo cinematográfico.

¿Has pasado mucho tiempo en México? ¿Cómo se relaciona el futuro mexicano con tu profesión?
Hace alrededor de 10 años compré mi casa en la ciudad de México, más o menos sin investigación, y con gran prisa (¡literalmente de camino al aeropuerto, para tomar un avión de regreso a Londres!) Paso tanto tiempo como sea posible, que ahora no es tanto como lo fue hace 5 años. Como compositor, México no ha tenido influencia en mi trabajo y soy muy cuidadoso de no ser un “turista musical”; no uso material mexicano en mi trabajo (aunque ocasionalmente los grupos de música tradicional mexicanos hacen sus propios arreglos de mi trabajo, que es muy “innovador” en sí mismo – innovador de la misma manera que mis arreglos de la música de Purcell o Rossini para la Banda.


Por Andrés Tapia // Entrevista por Danielle Kehl

Fotos: Michael Nyman // Arte: Scarlett Bailey