El trabajo de Eduardo Rivas tensiona lo digital y lo físico para dar forma a objetos únicos, imperfectos y profundamente pensados. Una propuesta formal contundente en tiempos de transformación.
En un mundo cada vez más dominado por la precisión digital, Eduardo Rivas propone una mirada radicalmente distinta: piezas que nacen del código pero encuentran su forma final en el error, en la huella humana, en la imperfección como principio estético. Desde su estudio, ERM Studio, el diseñador mexicano ha construido un lenguaje propio que desafía los límites entre arte, diseño y tecnología.



Su enfoque parte del diseño paramétrico, una herramienta que le permite generar estructuras geométricas complejas mediante algoritmos. Pero en lugar de buscar control absoluto, Rivas utiliza el accidente como parte del proceso. Lo que para muchos sería una falla, en su estudio se convierte en punto de partida creativo.
Esta visión cobra forma en colecciones como Materia Digital y Ciénaga, donde el aluminio reciclado se funde con técnicas tradicionales para crear objetos únicos. Cada pieza conserva marcas del proceso artesanal: burbujas, imperfecciones, texturas no previstas. Lejos de ocultarlas, Rivas las exalta. “La pieza está viva desde que nace. Y sigue cambiando”, explica.


En Materia Digital, la búsqueda se centra en traducir estructuras precisas al mundo físico, donde lo inesperado siempre deja una huella. En Ciénaga, en cambio, el azar tiene un rol protagónico: moldes incompletos, deformaciones y vacíos generan nuevas tipologías de mobiliario que oscilan entre lo escultórico y lo funcional.
Más allá de lo formal, ERM Studio propone una reflexión crítica sobre la materialidad contemporánea. El uso de aluminio reciclado sin acabados responde a una ética de circularidad: piezas que pueden oxidarse, transformarse y eventualmente regresar al ciclo productivo. En este gesto, el diseño se convierte también en una postura política y ambiental.

Los objetos de ERM no están pensados para pasar desapercibidos. Tienen presencia, peso, textura. Invitan a una interacción pausada, casi ritual. Son piezas que provocan preguntas, que alteran la lógica del uso cotidiano y que encuentran belleza en lo no previsto.
Eduardo Rivas no diseña para complacer. Diseña para interrumpir, para poner en duda, para reconfigurar lo que entendemos por objeto. En un tiempo de homogeneidad, sus creaciones son anomalías necesarias.
Por Nathalia Cano
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