Arquitectura, interiorismo y buena fortuna.

Desde los orígenes del hombre, la decoración al interior de templos y viviendas ha sido un factor apegado a las costumbres de toda civilización. A partir del neanderthalensis hasta el sapiens el hombre comenzó a decorar sus cavernas describiendo tanto su propia historia como estableciendo figuras de protección para su clan.

Actualmente, aun cuando los contextos histórico, religioso, social o ideológico han evolucionado en el tiempo, la búsqueda de la protección de la familia y del hogar sigue siendo un imperativo que hoy encuentra también una alianza con la estética y el valor histórico de las piezas protectoras. Plantear interrogantes desde la antigüedad relativas al esoterismo protector ha sido una constante en todas las formaciones culturales.

Las grandes civilizaciones surgieron alrededor de creencias, religiones o mitos de espiritualidad. Todas ellas, derivaron de distintos creadores fantásticos cuyo recuerdo y símbolos deben preservarse para su veneración y recuerdo, pero también asignándoles un papel esencial para la protección de sus creaturas otorgándoles un lugar preponderante en el interior de las construcciones. 

Finalmente, la postración de la arquitectura y del interiorismo frente a la religión fue superada completamente a partir de la segunda mitad del siglo XX en donde se cruzó de la iconografía Cristiana a la representatividad budista y en algunas regiones al acomodo fundamentalista islámico. Velas, aromas, santos, vírgenes, cruces, budas y emblemas dejaron su función tradicional para convertirse en manifestaciones decorativas de alto nivel social.

Transmigramos de la interioridad al interiorismo y de allí a la espiritualidad laica. Ahora es mayor la neutralidad de los dioses y por ello importa más su estética que su poder mágico o transcendente. 

Quizá la única tendencia ancestral que se mantiene es el verdadero Feng Shui que significa viento y agua y que es un sistema filosófico de origen taoísta, basado en la ocupación consciente y armónica del espacio para lograr influencias positivas. Concretamente, es la búsqueda de la mejora en las condiciones ambientales del individuo con su entorno a través de colores, materiales y orientación.

Menos conocido en occidente, es el equivalente indio del Feng Shui, el Vastu Shastra que tiende a lo mismo aunque con un ingrediente de ocultismo.

NAMUH ha logrado concentrar en sus bodegas de San Miguel de Allende, Ciudad de México, Monterrey y ahora Los Cabos, una espléndida colección de piezas de alto valor estético, como esculturas, tallas, máscaras, escudos, espejos y ofrendas principalmente de Oriente y de Oceanía, la región de más empuje en decoración actual.

Por Cecilio Garza

Fotos cortesía de Namuh