EL MURO COMO UN LIENZO EN BLANCO

Nos adentramos en el trabajo de la muralista Priscila González Urrea y su muy particular acercamiento a esta corriente artística.
Priscila González Urrea nació en 1981 y estudió arquitectura. Siempre ha estado cerca de la pintura y su interés por la creación artística radica principalmente en poder construir un lenguaje inspirado en la naturaleza. Para ella, una de las aportaciones principales de su obra mural es la posibilidad de que un muro no solamente cumpla con su función de divisor o contendor de un espacio, sino que pueda llegar a convertirse en un cuadro. Y este cuadro empieza a tomar vida dependiendo del espacio que lo contenga; ya sea para integrar al interior con el exterior, o bien para crear un mundo de fantasía lleno de distintas formas y colores.

A Priscila siempre le interesó la intervención de grandes espacios desde que estudiaba arquitectura, siendo la pintura rupestre su principal inspiración, así como el estudio de los primeros murales hechos por los Olmecas en la época prehispánica y la raíz del muralismo moderno de principios del S. XX encabezado por Gerardo Murillo -el Dr. Atl- , considerado el padre de un movimiento que buscaba una nueva identidad nacional y promovía la educación y este pasado indígena.

Es curioso que cuando se habla de muralismo enseguida se nos vienen a la mente nombres como los de Diego Rivera, Roberto Montenegro, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, entre otros, pero pocas veces recordamos a las mujeres muralistas de México, que son muchas.

El punto de partida cuando Priscila empieza a trabajar un mural es la luz del espacio, seguida de los colores que lo rodean y el estilo de la casa u oficina, así como una plática con sus clientes para conocer sus gustos y aterrizar ideas, sin embargo, para ella la libertad de elegir los temas que plasma en estos grandes lienzos es fundamental.

Cuando realiza proyectos para espacios comerciales, como el que hizo para el Restaurante Telescopio en Guadalajara, González Urrea siempre busca que su obra se incorpore de forma orgánica al espacio y este fue el caso a través de un mural lleno de vegetación exótica que integraba el verde de la terraza exterior con el interior del restaurante, dando a los comensales una sensación de frescura.

Otro ejemplo perfecto son los murales que hizo para Michelle Purroy, importante florista de Guadalajara que más que arreglos florales, busca generar experiencias para sus clientes. Para ella, Priscila diseñó una serie de piezas en color esmeralda con diferentes tipos de plantas que colocó en los muros de acceso a las oficinas junto a vegetación real en grandes jardineras que dieron a este pasillo oscuro un toque exótico.

Una constante en las mujeres muralistas -a diferencia de los hombres- es que recurren a temas más personales que políticos; a esa inspiración tan íntima como pueden ser la maternidad, la libertad o el espíritu, y quizás por ello las han relegado a un registro secundario cuando se habla de uno de los movimientos culturales más importantes de México.

Aurora Reyes, Sylvia Pardo, Elena Huerta y Fanny Rabel son tan solo algunas de las mujeres que integraron este movimiento el siglo pasado y cuya obra se retoma en el libro “Eclipse de siete lunas. Mujeres muralistas en México” de la investigadora Dina Comisarenco.
Y es esta inspiración la que Priscila experimentó cuando visitó por primera vez Le Casablanca, el showroom del diseñador Erick Millán ubicado en una vieja casona del S.XIX en la colonia Santa Tere, en Guadalajara. “Desde que vi la casa esta me inspiró de forma muy personal, y al conocer el espacio interior pensé en un galerón victoriano con mezcla de jardín botánico. Lo más curioso fue que cuando le presenté a Erick mis ideas éstas eran muy parecidas a lo que él tenía en mente”.

El estilo, los colores y los personajes de este gran mural cuya producción tomó tres meses, se concibió para un espacio que tendría cambios constantes de mobiliario, por lo cual no es una obra protagónica sino complementaria que nos remite a una elegante finca inglesa rodeada de tonos en color olivo. Priscila sabe que un mural nunca termina, sólo desaparece cuando esos grandes lienzos son derribados para dar paso a otras historias.

Murales de Priscila González
Por Bibiana Guzmán