En la intersección de la imaginación y la realidad

Audemars Piguet Contemporary, la plataforma artística de la prestigiosa casa de relojería suiza, encarga a artistas internacionales la creación de obras de arte contemporáneo. El objetivo es impulsar una comunidad global de creadores, participando en las ferias y bienales de arte más destacadas del mundo. La plataforma colabora activamente con los artistas para dar vida a estas comisiones, supervisando su desarrollo, exhibición y la creación de experiencias interactivas para el público en todo el mundo.

Venecia se ha consagrado desde hace décadas como uno de los destinos más importantes para el arte. Su vasta historia se manifiesta en innumerables edificios góticos, bizantinos, renacentistas y barrocos, restaurados y adaptados para albergar arte contemporáneo. En esta ocasión, Audemars Piguet Contemporary y TBA21–Academy han comisionado a los artistas berlineses Petrit Halilaj y Álvaro Urbano para crear una nueva edición. 

El resultado es una brillante instalación titulada ‘Lunar Ensemble for Uprising Seas’, situada en San Lorenzo, una antigua iglesia veneciana actualmente en ruinas. La exposición presenta un ecosistema en evolución a través de más de 30 esculturas de gran escala que representan criaturas imaginarias bajo una luna. Inspirados por una canción popular española, ‘Ay mi pescadito’, los artistas exploran tanto la cohesión como la resistencia o la desarmonía entre diferentes especies y entre organismos vivos y objetos.

Las esculturas varían en forma y tamaño, pero comparten una característica esencial: representan especies en estado de evolución, con peculiaridades de supervivencia en el agua, la tierra y el cielo. Las pieles metálicas de las esculturas reflejan la luz del sol en las paredes, techos y pisos de la iglesia, alterando así la percepción del espacio a lo largo del día. 

La obra de Halilaj se basa en sus experiencias personales y reflexiones sobre la memoria, la libertad y las identidades culturales, mientras que el trabajo de Urbano invita al diálogo entre distintas entidades vivas para establecer entornos recién concebidos. Juntos, reflexionan sobre la dicotomía entre entornos construidos y naturales, y las posibilidades de negociación entre ambas realidades.

En la instalación, cada escultura funciona como un instrumento musical, emitiendo sonidos de cajas de música y otros sonidos fabricados mediante técnicas de bricolaje. Sin embargo, necesitan de la interacción humana para cobrar vida con el sonido y finalmente interpretar la melodía de ‘Ay mi pescadito’, junto con ruidos submarinos. La dificultad de lograr una melodía perfecta es un reflejo de la complejidad de alcanzar una sincronía perfecta en el mundo material. 

La escultura lunar, con forma de huevo, cuelga del techo, dando la impresión de flotar en el espacio. Recubierta de material calcáreo, asemeja los muros del antiguo edificio, reflejando los restos del espacio y simbolizando la idea de reutilización y transformación como parte de la naturaleza cíclica de nuestro mundo.

A lo largo de la exposición, un grupo de músicos y artistas activan la instalación en diversos intervalos. Entre actuaciones, se exhiben disfraces de gaviotas, usados por Halilaj y Urbano en dos apariciones, como parte de la exposición para dar la bienvenida a los visitantes. Estas gaviotas, que representan criaturas de la laguna de Venecia, observan el ecosistema en evolución desde arriba, coordinando la actuación compartida y uniendo la acción colectiva de las criaturas. 

El equipo curatorial de Audemars Piguet Contemporary y Casavecchia colaboró estrechamente con Halilaj y Urbano para desarrollar y apoyar la creación de la instalación encargada. Esta instalación explora y negocia el espacio entre dos realidades: el mundo humano y el natural. Ambas prácticas incorporan elementos personales y lúdicos que sirven para cuestionar las normas sociales.

Por Yarin Miranda Robles 

Fotografías cortesía de Audemars Piguet