Rotundo ensamble vivo de saberes ancestrales y contemporáneos.

Internado en las majestuosas montañas de Valle de Bravo, enclavado en el macizo boscoso, encontramos RANCHO 74. El innovador proyecto que sus creadores emprendieron años atrás con la participación y complicidad del destacado Arquitecto Guillermo de la Cajiga en medio de este deslumbrante paisaje.

El sueño que hoy es manifiesto en Rancho 74, tuvo su origen hace tiempo cuando los guardianes de este santuario que aún vivían en la Ciudad de México, decidieron ofrendar su confort citadino y buscar un proceso regenerativo para su sistema familiar por lo que decidieron trasladarse al corazón de la zona boscosa de Acatitlán, Valle de Bravo, e iniciar una nueva vida inmersos en la naturaleza. Y para emprender este ambicioso proyecto, se reunieron con varios arquitectos hasta que conectaron con Guillermo de la Cajiga —que con inmenso aprecio aluden como Willi—, con quien comenzaron a compartir inquietudes, creatividad y visiones para dar forma a este espacio único. Todo el proyecto es una aventura, empezando porque está inmerso en el bosque, en una montaña completamente virgen en la que ellos mismos han tenido que construir la infraestructura ya que no había ni agua ni luz. Rancho 74 hoy es un hábitat 100% sostenible, consciente de los tiempos socioambientales que vivimos, con generación de energías alternativas y un sistema biológico para el manejo integral del agua.

“Empezamos a compartir y ligar ideas, a conocer artesanos y maestros para el desarrollo de ciertos elementos auténticos como en el caso de los pisos de concreto prensado realizados con técnicas tradicionales en un histórico taller oaxaqueño, proyecto impulsado y dirigido por el Maestro Francisco Toledo (qepd) para la conservación de este patrimonio cultural nacional”.

Un aspecto fundamental en esta propuesta, es su plena integración y equilibrio con el ambiente y en este sentido, representa un papel relevante la recuperación y valoración de materiales del entorno y hábitos constructivos populares tales como el uso y tejido del carrizo realizado magistralmente por el Maestro Miguel Ángel Méndez “Monky” de San Antonio de la Cal, Oaxaca, barro rojo, negro y verde, maderas recuperadas y durmientes históricos, piedras antiguas, zacatón, metal, reutilización de láminas, estucos con técnicas ancestrales, realizados por los maestros que restauraron recientemente el Templo de Santo Domingo de la ciudad de Oaxaca, aplanados naturales de tierra, herrería clásica, adobes en formatos tradicionales –sabiduría del pueblo–, entre otros aspectos intrínsecos de este templo de auténtica arquitectura popular mexicana.

Este espíritu fue avivado por la sensibilidad de Guillermo de la Cajiga, quien, con su experiencia en la sensible visión de las prácticas, usos y costumbres de los pueblos nativos, su íntima apreciación de la belleza y su creatividad libre de estereotipos y prejuicios aportaron varias de las propuestas vanguardistas de este lugar. “Lo que Willi hacía era reconectar las formas tradicionales de la construcción, aplicarlas en su diseño y conservar su valor histórico”.

Amantes y conocedores del color, estos creativos lograron mimetizar los colores de la naturaleza con los elementos constructivos. Hubo mucha intención y trabajo para que, conforme la iluminación del entorno cambia a lo largo del día, las tonalidades no se disparen hacia otras gamas. Junto con el color, la luz tiene una muy particular intencionalidad, “la iluminación del rancho se encuentra estrechamente ligada con el respeto al entorno, se mimetiza y se funde. Por ello, es mínima, para que sea muy suave nuestra permanencia en el espacio”.

Se trata de la unión de dos espíritus libres dispuestos a experimentar la vida al máximo, confiados en ellos, empáticos con la tierra, seguros de sí mismos y con la fuerza de perseguir sus sueños, y una apasionada decisión que casi siempre les permite alcanzarlos, comprometidos con la expansión y el bienestar de su conjunto. Así fue la mezcla de su familia, incondicionalmente acompañados de Guillermo de la Cajiga. Y solo así, con esta unión de fuerzas, de creatividad y de gusto y amor por la vida, se entiende un resultado como el de Rancho 74.

En este flujo constante de experiencias y sensaciones que genera esta propuesta espacial —al igual que las corrientes de agua que recorren la propiedad como venas comunicantes entre su corazón y el exterior—, todos sus recodos brindan ángulos y matices para alimentar la reflexión y la conversación con los mil y un elementos estéticos y artísticos que lo inundan. “En esta casa todo te lleva a la contemplación: la manera como juegan el interior y exterior, el total de sus elementos y de la manera en que conviven, las intervenciones, el hecho de que por todos lados encontremos bancas o lugares destinados a la conversación y al dialogo interior, a la reflexión. Eso es muy lúdico, pero en el fondo nutre cuerpo, alma y espíritu”.

“Quienes visitan el rancho lo sienten como un santuario o un templo, por la armonía, sensibilidad, cuidado y quietud que conviven espiritualmente con cada símbolo, trama, pieza, elemento y con los seres que resguardan la paz de este bosque”.

Texto completo en la edición de octubre 2020.

Concepto: Clan Creativo 

Arquitectura: Guillermo De La Cajiga

Fotografía: Héctor Velasco Facio

Por: Corina Armella